El pasado 19 de octubre, se realizaron elecciones para escoger los consejos municipales de juventud en todo el país. En este evento electoral, los jóvenes eligieron a sus representantes. Es importante comparar estos comicios con los del año 2021, cuando se llevaron a cabo las primeras elecciones de consejos de juventud. En aquella ocasión, estaban habilitados para votar 12.282.273 jóvenes entre los 14 y 28 años, de los cuales 1.275.098 ejercieron su derecho al voto, lo que representó una participación del 10,38% y una abstención del 89,62%. Es decir, 11.007.175 jóvenes no participaron.
En esta segunda jornada electoral, el censo habilitado fue de 11.702.436 jóvenes, de los cuales 5.824.306 son mujeres y 5.878.130 hombres. Esto evidencia una disminución de 579.837 jóvenes en el censo electoral. Los resultados indican que aproximadamente 1,5 millones de jóvenes votaron, alcanzando una participación del 12% y una abstención del 87,18%. Estos datos reflejan una preocupante apatía e indiferencia de la juventud frente a los procesos políticos. Esta actitud puede atribuirse a la falta de integración de los actores políticos organizados para motivar e impulsar la participación juvenil. Además, la abstención representa una manifestación de desconfianza hacia la política, motivada por múltiples factores: concentración del poder, corrupción, ausencia de liderazgos renovados, y la existencia de una generación huérfana de referentes inspiradores que promuevan procesos emancipadores y movilizadores desde idearios sociales colectivos. Estamos construyendo un escenario político marcado por la polarización, la mutua satanización y la descalificación del otro. Hemos convertido la democracia en un campo de batalla, negando los espacios para la convivencia plural y diversa de ideas y argumentos. Todo esto ha contribuido a marginar la participación de los jóvenes en el ejercicio político y democrático. Por ello, resulta preocupante que un país con tantos retos y oportunidades por construir no centre sus esfuerzos en fomentar la participación y la conformación de espacios de poder donde se tomen decisiones sobre el desarrollo de las comunidades. Uno de esos espacios son los consejos de juventud. Sin embargo, seguimos repitiendo y perpetuando un modelo dominante, en el que una minoría controla y decide por las grandes mayorías, especialmente por los jóvenes. En este contexto, es necesario reconocer errores y asumir responsabilidades por parte de la institucionalidad política y democrática, que no ha creado estrategias ni mecanismos eficaces para incentivar la participación juvenil. Es urgente revitalizar la democracia desde la participación activa y la construcción de nuevos ideales que permitan repensar y reconstruir el país. De lo contrario, las democracias mueren. La juventud percibe que los problemas del país siguen sin resolverse, que las oportunidades son escasas y que la política se ha convertido en un espacio reducido y privilegiado para unos pocos. A esto se suman las prácticas politiqueras y corruptas que han desplazado la verdadera política, y que se repitieron en estas elecciones de consejos de juventud, siendo predominantes en varias regiones del país. Necesitamos la participación política de la juventud para fortalecer la frágil cultura política y aportar ideas y propuestas que permitan repensar la democracia. En consecuencia, un componente esencial del sistema educativo debe ser la formación ciudadana y democrática, actualmente reducida en los currículos escolares. La elección de los consejos de juventud debe ser un llamado al país político y a la institucionalidad democrática para leer, comprender, ampliar y fortalecer estos espacios de participación.
