El pasado cinco de diciembre, el Consejo Superior Universitario, como máximo órgano de gobierno y dirección de la Universidad de Córdoba, me designó rector de la institución. Esta designación valida y reconoce la expresión de los estamentos universitarios, manifestada a través de la participación democrática de profesores, estudiantes y trabajadores, donde logramos 8.579 votos, alcanzando un porcentaje de 84,97%. Este resultado constituye un mensaje de confianza de la comunidad universitaria, no solo hacia un liderazgo, sino hacia un proceso y un proyecto que han contribuido a la transformación institucional. Esa confianza es, además, un mandato para continuar con más transformación, que consolide los procesos misionales de docencia, investigación y proyección social.
Durante esta última década de trabajo incansable y sostenido, siento la necesidad social, moral y espiritual de agradecer a Dios, fuente de toda sabiduría, fe y fortaleza, quien me ha acompañado en este camino. A mi familia, mi refugio, razón e inspiración, expreso gratitud por la paciencia, comprensión y amor, como soporte silencioso frente a los avatares de este liderazgo y responsabilidad. A la comunidad universitaria —profesores, estudiantes, egresados y trabajadores— mi reconocimiento por la confianza: ustedes son el soporte y sentido de la esencia y naturaleza de la universidad; representan la fuerza de vida, dignidad y propósito. Cada avance institucional, cada logro, es el resultado del esfuerzo, la inteligencia y el trabajo en equipo de una comunidad universitaria consciente de que la educación es la fuerza más poderosa para transformar seres humanos y convertirlos en sujetos de transformación. Este es el poder que encarna y representa la Universidad de Córdoba para el presente y futuro del departamento.
A la sociedad cordobesa, a la que nos debemos, que nos vio nacer, crecer y formarnos académica, científica y humanamente, y que nos reclama y exige como actores de cambio y transformación, reiteramos nuestro agradecimiento por la confianza y credibilidad en la Unicórdoba. Somos conscientes de que nuestro liderazgo tiene sentido y se valida cuando responde a las demandas y necesidades sociales. Trabajamos todos los días por hacerlo posible, por llegar y hacer presencia en cada región del departamento, en particular en la Córdoba periférica y marginal. En los próximos años culminaremos la materialización de la regionalización de la universidad; nuestra apuesta es dotar a la juventud cordobesa de capacidades en materia de educación y conocimiento.
La Universidad de Córdoba es un patrimonio público, gracias a la lucha de generaciones que han demostrado que la educación es el medio para transformar vidas, generar desarrollo, construir civilización y, sobre todo, abrir un camino de esperanza. Extiendo también un reconocimiento a los distintos actores de la institucionalidad territorial y nacional, pública y privada, que han construido vínculos con la Unicórdoba para poner en marcha proyectos de transformación social del territorio. El fortalecimiento de la universidad es un compromiso compartido que exige responsabilidad, generosidad, visión y corresponsabilidad.
En este mismo sentido, agradecemos a las generaciones pasadas y presentes, a los fundadores de la universidad, por sus aportes para que este sueño fuese posible. Haber creado la Universidad de Córdoba constituye el primer y único acto revolucionario en la corta existencia del departamento. A todos ellos, a mi generación y a la generación que represento, reiteramos un agradecimiento eterno por haber hecho posible el nacimiento del alma máter de los cordobeses y la construcción de una historia que revitalizamos y transformamos para responder al presente.
El proyecto que representamos concibe la vida, y en especial la vida pública, como entrega y servicio al prójimo. No trabaja en función de cargos ni reconocimientos, sino en el compromiso de construir, formar y transformar la vida de los seres humanos. Por ello, servimos con amor, sencillez y entrega. Continuaremos transformando
