Las relaciones internacionales históricamente marcada por ciclos de guerra y paz; dominada por potencias expansionistas y colonialistas; como el caso de Inglaterra en el siglo XIX y Estados Unidos en el XX; este último siglo, denominado por Habermas: “nuestro breve siglo veinte”, caracterizado por la Primera y Segunda Guerra Mundial, sin dejar a un lado la Guerra Fría; fueron acontecimientos que definieron la historia y configuraron un nuevo orden internacional determinado por el poder y supremacía de los Estados Unidos, como uno de los amos del mundo; al lado de Rusia, China e Israel. Este último, toma relevancia con Donald Trump, un presidente con liderazgo autoritario poniendo en crisis la estabilidad democrática de norteamérica y occidente. Es importante comprender, que pese al carácter autoritario, egocéntrico y xenofóbico de Trump; la democracia norteamericana está cimentada, no solo sobre la base de una estable constitución redactada en el año 1787, que representa el pacto que funda la nación americana; complementada con una riqueza nacional, amplia clase media, sociedad civil organizada, división de poderes y sólidas reglas democráticas; condiciones que garantizan la estabilidad y sostenibilidad de un sistema democrático. Cuando estas condiciones son inexistentes, un sistema democrático es débil y vulnerable. Lo que viene sucediendo en EE. UU., pone a prueba estas condiciones. En este sentido, la lógica del poder del gobierno Trump; poco analizada en el debate público colombiano; está centrada en la estrategia de generar miedo y mover la ciudadanía hacia una dirección; respondiendo al talante de quien ejerce el poder de forma autoritaria; la naturaleza del poder autoritario consiste en tratar de someter la voluntad de los otros, a la voluntad de quien lo ejerce; desconociendo las reglas de funcionamiento del orden democrático; no solo en E.E. UU., sino en las democracias occidentales.

No hay que olvidar, que la era Trump y quienes lo acompañan, responden a un grupo de poderosos billonarios, que reivindican y defienden la supremacía del hombre blanco americano; bajo la consigna: “América para los americanos”; línea de conducta con la cual gobiernan a Estados Unidos, y a la vez, orientan la política internacional. Como evidencia, tenemos, los decretos presidenciales en materia de persecución y repatriación de inmigrantes, cierre de la frontera con México, aumento de aranceles a las importaciones, negación del cambio climático, iniciativas de neocolonialismo frente a Canadá, Groenlandia, Panamá y menosprecio por América Latina. Además, el poyo a Ucrania en la guerra con Rusia, alianza con Israel; permitiendo y avalando el genocidio contra Palestina en la Franja de Gaza; aliado de Israel bombardeando a Irán. Asimismo, amenazan con sanciones económica a quienes desconozcan sus orientaciones, imposición de condiciones para que los países pertenecientes a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) incremente aportes para el fortalecimiento armamentista de la alianza atlántica; inclusive, amenazando a España si no hace los aportes a la OTAN; es decir, pisoteando la autodeterminación y soberanía de los Estados. Sorprende que, la Europa que gestó la Ilustración, el Renacimiento, la Revolución Francesa, el Enciclopedismo; asuma una posición sumisa y enajenada a uno de los amos del mundo.

Este es el escenario en el que se mueve la geopolítica internacional; con el resurgimiento de nuevos nacionalismos centrados en la supremacía racial y la negación de los principios esenciales de la democracia liberal. El gobierno Trump, amplía la percepción creciente de que la democracia está en un período de retroceso en el mundo, en donde los casos abundan por toda la geografía global. Para Larry Diamond, una de las autoridades académicas en teoría de la democracia, considera que nos hemos internado en un período de recesión democrática. Y con ello, el resurgimiento de todas las formas de autoritarismo; en particular, el impuesto por EE. UU., ordenando una lógica de poder única y supremacista, que reivindica una sola visión y forma de ver el mundo; determinando el presente y futuro de las democracias y las relaciones internacionales.

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