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Habla, hermano mío»: Carta completa de la poetiza palestina al presidente Petro
“Después de tu discurso en las Naciones Unidas, por primera vez pude saborear y sentir el potencial de una hermandad humana universal.”
Para ser franca, nos hemos acostumbrado a soportar las más amargas agonías y decepciones, viviendo bajo este genocidio por más de 700 días. Tanto, que ya había perdido la esperanza de escuchar una sola palabra que calmara mi rabia, que lleva tiempo hirviendo, ante este mundo sordo.
El silencio es especialmente ensordecedor cuando proviene de quienes supuestamente comparten mi idioma y mi etnia. Su cobardía y discursos vacíos han sido cómplices de nuestra masacre al por mayor.
Y entonces, apareció tu voz.
Me llegó como un rayo de sol que no se detiene ante la oscuridad.
Como una mañana que forzó la apertura de mis ventanas cerradas y chirriantes. Una claridad que venció los oscuros cuadros de un tablero de ajedrez de un solo golpe.
¿Te das cuenta de lo que has hecho? ¿De cómo lograste decir todo lo que dijiste?
Tus palabras fueron mucho más que simples palabras. ¿Por qué?
Porque desde que comenzó el genocidio, los gobernantes árabes no han sido capaces de pronunciar ni siquiera una mínima parte de lo que tú dijiste.
Porque las palabras verdaderas requieren de hombres verdaderos, y tú eres un hombre verdadero.
Te corresponde hablar, y nos corresponde a nosotros alegrarnos por ti y creerte.
Porque sentí, al fin, que hay alguien que realmente cree en la humanidad del pueblo de Gaza y en la necesidad de poner fin a esta guerra, lejos de los discursos cómplices que siempre culpan a la víctima, glorifican al verdugo y le inventan mil excusas.
Tus palabras no son simples palabras, mi hirmano, akhi, brother — permíteme llamarte hermano. Te lo digo sintiendo el peso de esa palabra como cuando el Profeta Yusuf (José), la paz sea con él, le dijo a su hermano Benjamín al percibir su miedo:
“Ciertamente, yo soy tu hermano, así que no te entristezcas por lo que solían hacer.” (Corán)
Siempre he amado este verso, que encuentro lleno de ternura fraternal y apoyo. Es como si el Profeta Yusuf estuviera diciendo:
“Soy tu hermano, así que no temas, no te aflijas, ten paz; porque estoy contigo.”
Después de tu discurso en las Naciones Unidas, por primera vez, pude saborear y sentir el potencial de una hermandad humana universal.
Como mujer de Gaza, temía abandonar esta tierra, que ha sido devastada y corrompida por la humanidad mediante la sangre y el caos, sin antes oír a un líder pronunciar una palabra de verdad ante Estados Unidos, una fuerza que diariamente respalda la opresión de mi pueblo.
Hemos pagado un precio muy alto por este apoyo incondicional al mal: con sangre, hambre, desplazamiento forzado, opresión y exterminio constante.
Así que, querido Gustavo, tus palabras no son meras palabras; son testimonios para la historia.
¿Debo lamentar que Dios haya reemplazado a los líderes árabes contigo para decir la verdad? ¿O debo alegrarme porque Él nos bendijo con un sustituto tan noble, señor Gustavo, y agradecerle por ello?
Habla, Gustavo, porque los líderes árabes tienen miedo de hablar.
Habla, Gustavo, porque tenemos sed de una retórica que nos recuerde que aún queda un pequeño rincón en este mundo para la verdad.
Habla, Gustavo, porque, por Dios, te erigiste como prueba contra los que callan, los traidores, los cobardes y los cómplices de nuestro genocidio.
Habla, Gustavo, porque eres hermano de cada alma oprimida en Gaza.
Viniste en nuestra ayuda cuando la ayuda escaseaba, cuando tanto los cercanos como los lejanos nos abandonaron.
Habla, hermano mío.
En Gaza te amamos, nuestro hermano.
-Alaa Al Qatrawi-
Poetiza y escritora palestina asentada en Gaza