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La tranquilidad es la principal característica de La Coquera, un barrio pequeño, pero con muchas opciones a la mano.

Son solo ocho manzanas, en las cuales sus habitantes han desarrollado un ambiente tranquilo y acogedor, con la frescura que dan la cercanía al río Sinú y la arborización que poseen sus calles.

Desde la calle 10, hasta la calle 6, adentrándose por la carrera 3 y la carrera 1. En ese espacio, originalmente se levantan 152 casas, en las cuales se han sumado algunos nuevos apartamentos en los últimos años, cuenta la presidenta de la Junta de Acción Comunal, Ana Banda.

Vivir allí tiene sus privilegios. Puede parecer raro, pero un barrio pequeño como La Coquera cuenta con tres parques, siendo su gran referente el parque Los Campanos. Y es que el sombrío y el frescor que da esa especie arbórea a la cual se debe el nombre del parque, llama al descanso y la relajación, aunque también a la práctica de la actividad física. Un sitio donde por las tardes y durante los fines de semana se encuentran las familias.

Algo de historia

El barrio, originalmente, fue una urbanización entregada por el Instituto de Crédito Territorial (ICT), una de las entidades públicas antecesoras al actual Ministerio de Vivienda, la cual prestó el dinero a los beneficiarios.

Álvaro Díaz se estableció en el sector en 1968 y, hoy, a sus 80 años de edad, recuerda: “Cuando llegué aquí, pocas casas estaban terminadas y comenzaban a mudarse las familias; casi todas las casas las hicieron igual, en lotes de 7 por 12”. Él y otros veteranos del sector recuerdan que Luis Enrique Seña, un pensionado de Telecom, se dedicó a arreglar ese espacio del parque principal y a sembrar árboles y plantas, para completar ese marco, cerca de los campanos corpulentos, a los cuales se unen ahora florisantos y laureles, entre otras especies.

Seña murió hace años. Hoy, Ramón López Argel, quien reside en La Coquera desde hace 60 años, está pendiente de los árboles y el embellecimiento de las matas. “No solo soy yo, en un lado se encarga la señora de la JAC, Ana Banda, también otras señoras barren de otro lado; la mayoría de los árboles los he ido sembrando, así como las palmeras; algunos los traigo, otros me los dan”, dice López, un pensionado de la Caja Agraria.

Hay de distintos tipos de plantas, entre ellas una de coca, la cual dice Ramón, algunos estudiantes llegan a veces a mirar, para conocer cómo es esa especie vegetal.

Con más ventajas

La Coquera está bien ubicado, tiene la ventaja de estar cerca del centro de Montería; limita con el centro comercial Suricentro y, pronto, en uno de sus extremos se inaugurará el CIS – Universidad del Sur. Cuenta con una pequeña zona comercial; con un colegio privado, en el cual muchos niños del sector han cursado la primaria; hay buenos servicios públicos y la mayoría de calles pavimentadas; tiene buena arborización, así como tres parques, dos pequeños y el gran parque central.

El lugar, originalmente llamado Plaza de los Campanos, siempre ha sido referente del barrio. Los mayores recuerdan los grandes torneos de fútbol que se jugaron en la cancha de arena que allí había. Esa, fue reemplazada por la placa polideportiva que hoy existe. Hace 9 años se hicieron senderos peatonales, el parque infantil y la iluminación.

En su costado occidental, la Cuarta Brigada construyó hace décadas una escuela de primaria, que luego fue abandonada y sus ruinas se demolieron hasta dejar solo la placa del piso, donde actualmente varios jóvenes practican el boxeo. Allí, en entrenamientos dirigidos por Nelson Andrade y su asistente Óscar López, el grupo trabaja cada tarde. “Nuestro club se llama Élite Boxing y tenemos unos 15 muchachos, entre 10 y 17 años de edad; hay unos en selección Córdoba y otros que representan a Montería en los Juegos Departamentales”, afirma López.

Mientras tanto, en el otro extremo, practican los integrantes del club Bervolley. Son muchachos de distintos barrios, desde escolares, hasta adultos amantes del voleibol, que entrenan allí.

“Tenemos un grupo de niños de 9 a 15 años; así como otros 20 más, de 16 años en adelante; comencé hace tres años a formar este grupo y seguimos adelante”, indica Bernardo Hernández, estudiante de Entrenamiento deportivo, quien los dirige.

Espacio a la integración

Claro que no solo es deporte, también hay espacio para caminar, trotar, usar los juegos infantiles y biosalubles. Además, están los grupos que juegan parqués bajo la sombra, como ese en que están Patricia Banda y sus amigas, personas que crecieron en el barrio.

“Aquí todo el mundo se conoce, todo el mundo te da la mano, raro es quien tenga problemas o enemistad con el vecino”, dice Ramón López. Lo mismo ratifica la señora Banda, quien recalca: “Este barrio es muy tranquilo, no hay música alta ni bulla; muchos estamos emparentados y somos muy unidos, los hijos se han ido a vivir a otras partes, pero siempre vuelven por acá”.

Ese reencuentro general es muy esperado cada diciembre. El epicentro, por supuesto, es el parque Los Campanos, donde se reúnen viejos vecinos y familiares, en una jornada organizada por miembros de la comunidad, como Luis Fernando “Chicho” Martínez, un pensionado del Magisterio, softbolista veterano, que también aprovecha el parque para practicar con una pelota, manilla en mano.

Para esa jornada decembrina, como cada año, habrá juegos de voleibol, microfútbol y música. Una muestra de la importancia que tiene para una comunidad el disponer de un parque, lugar de integración alrededor del cual, como en La Coquera, se va formando la historia de cada barrio.

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