El pasado 5 de diciembre se realizaron las elecciones para escoger los Consejos Municipales de Juventud; en este proceso de elección estaban habilitados para votar, 12.282.273 jóvenes entre los 14 y 28 años; jornada electoral en la que participaron 1.275.098 jóvenes; lo que corresponde al 10.38%; donde se observó una abstención del 89.62%; es decir, 11.007.175 jóvenes no tuvieron participación. Estos resultados evidencian la indiferencia de los jóvenes por los proceso políticos y democráticos; lo que muestra la débil cultura política de la sociedad colombiana que está soportada en la existencia de una generación huérfana y sin liderazgos inspiradores que construyan procesos emancipadores para movilizar idearios sociales y colectivos. Hemos construido un escenario político marcado por la mutua satanización y descalificación del otro, una especie de campo de batalla donde la pretensión es extinguir moralmente al contradictor y, con la idea de que la democracia se construye desde el unanimismo y no desde la pluralidad y la diferencia; ese contexto político, no construye democracia ni cultura política.

En este sentido, la juventud percibe que los problemas del país continúan sin resolver, las oportunidades son escasas y la política se concibió como el espacio de unos pocos; por lo general, los mismos de siempre o sus herederos buscando continuar con sus privilegios y beneficios. A lo anterior, es necesario agregarle las prácticas politiqueras y corruptas que desplazaron la verdadera política. Este acontecimiento que debió ser una oportunidad para proponer desde la deliberación, propuestas que repensaran el país de manera propositiva con el fin de crear conciencia colectiva acerca de los principales problemas colombianos; con el compromiso de crear cultura política en los jóvenes. Esa es una de las funciones de los partidos políticos; pero, una vez más, queda evidenciado, por qué la crisis de los partidos políticos y la resistencia de los jóvenes por no participar en política y en las decisiones del país.

En consecuencia, a pesar de la abstención de los jóvenes, ellos siguen siendo nuestra responsabilidad social; por tal razón hay que garantizarles un presente digno. No se debe olvidar, que los jóvenes representan la esperanza, su compromiso de marchar y expresarse en las calles con el poder de sus convicciones y argumentos: “se debe llevar al país político representado en sus dirigentes”; a leer esa expresión, se entiende, que es un imperativo moral y social entregarles un país donde puedan construir sus sueños; además, esa expresión juvenil, debe inspirarnos y alimentarnos de optimismo y fe, en especial, a quienes tenemos responsabilidades, porque esa energía, fuerza y rebeldía juvenil significa vida en una sociedad, y cuando esa fuerza exige cambios y transformaciones, el mensaje es claro; el país tiene la fuerza más vivificantes y constructiva que una sociedad puede tener: ¡sus jóvenes! No como sujetos pasivos e indiferentes; sino activos y propositivos.

 

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