Colombia tiene una estructura político-administrativa centralista; lo que ha incidido en la construcción de una sociedad inequitativa que, desconoce la pluralidad social y económica regional. Si se analiza el mapa político a nivel nacional, es evidente el control del poder político en el centro del país, dominio concentrado en el liderazgo de una élite bogotana; predeterminada para gobernar. Incluso, muchos de los personajes de esta élite se consideran ungidos por su abolengo o linaje familiar; línea de conducta tradicional en las regiones donde imperan estirpes que controlan la política e institucionalidad pública; quienes convierten el Estado en su empresa privada. De esta forma han construido la democracia en Colombia.

Esta realidad tiene su explicación en una política clientelista representada en la crisis de los partidos políticos y la ausencia de una sociedad civil organizada, que no cohesionaron una propuesta de nación incluyente; lo cual, es reemplazado por liderazgos caudillistas, por fuera de los partidos. Por ello, en el actual debate electoral predominan opciones que pretende legitimidad al margen de los partidos, con estrategias de inscripción a través de firmas para conformar coaliciones. En ambos casos, la narrativa consiste en presentarse como independientes por fuera de facciones políticas determinadas; para así poder construir una nueva forma de mesianismo, que dice no responder a los extremos, a la polarización, ni participar de la mutua satanización ideológica.

En este sentido, opciones como: la coalición de la esperanza, partido conformado por un grupo de señores, quienes, en su mayoría representan una élite que gobernó y que intentan reinventarse con el discurso de la “esperanza”, algo que tenemos los colombianos para soportar las inequidades y exclusión. Otras hablan del futuro, cuando el compromiso debe ser construir presente. Estas opciones de esperanzan y futuro manifiestan representar el centro político. Candidaturas que se lanzaron a través de firmas para mostrar independencia, y al final, aterrizarán en opciones ideológicas definidas. La coalición del pacto histórico denominada izquierda democrática, aglutina los distintos sectores de la sociedad civil, identificados como progresistas.

En este orden, los partidos políticos tradicionales han quedado como piezas de museo. Especializados en coaliciones para mantener privilegios burocráticos y clientelistas, sin líderes visibles que puedan ser opción de poder real. En consecuencia, el contexto político del 2022 está abierto. Colombia decidirá, entre la izquierda y la derecha; porque un centro gaseoso, construido sobre un discurso sofístico, que pretende disfrazar opciones tradicionales para cautivar y conquistar el voto indeciso no va a ningún lado. Por ello, el discurso repetitivo de la polarización; quienes lo profesan, han gobernado parte de los extremos que condenan y señalan. Los colombianos necesitamos un debate moderno, centrado en argumentos y propuestas que posibiliten la construcción de un país donde quepamos todos, sin exclusiones. Que reconozca la pluralidad social en las regiones relegadas de los beneficios del desarrollo nacional. El próximo gobierno debe avanzar en una visión integral de país, que permita superar el excesivo centralismo con que han gobernado a Colombia.

 

 

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