La historia, no solo es la disciplina que estudia y narra los hechos y acontecimientos sociales en cada época; sino la que permite hacer memoria y construir conciencia individual y colectiva sobre la naturaleza de los hechos y sus protagonistas con la intención de mostrar su objetividad; pero, no siempre sucede así.

La historia cuando es contada y narrada por los vencedores; los que ganan las batallas, guerras, disputas y elecciones; sobre esas victorias construyen, discursos y mitos, imponiendo la lógica y verdad del vencedor; pero, cuando los ganadores han sido históricamente vencidos, la tendencia es construir una narrativa descalificadora, deslegitimadora, negacionista y manipulada; esto, con el fin de falsear y ocultar la realidad; en particular, en estos tiempos de posverdad e incertidumbres fabricadas.

Lo anterior, tiene un hecho reciente y palpable en la historia política de Colombia; a la cual, no se le dio la trascendencia necesaria; pero representa el argumento de esta reflexión. Muy pocos saben que Colombia tuvo a Juan José Nieto Gil como el primero y único presidente constitucional negro que gobernó desde el 25 de enero hasta el 18 de julio de 1861; nació el 24 de junio de 1805 en Cibarco, corregimiento del municipio de Baranoa Atlántico. Su madre era una negra, descendiente de esclavos negros, y su padre, un español; por eso, se le consideraba como un ser inferior, pobre y discriminado; porque sus padres no provenían de familias ricas; al igual que todos los nacidos bajo esa realidad social; quien, no tuvo la oportunidad de educarse formalmente, porque para finales del siglo XVIII, la educación siguió siendo un privilegio exclusivo para los nobles y

blancos.

Además, siendo presidente, el 21 de mayo de 1851, decretó la abolición de la esclavitud en la Costa Caribe colombiana. Como lo reseñan los historiadores; Juan José Nieto Gil, nunca fue aceptado y reconocido por la élite cartagenera; por el solo hecho de ser mulato. Pero, no se le podía negar, ni ocultar su importancia y relevancia social, política e histórica; por ello, debían convertirlo en hombre blanco, para poder presentarlo en sociedad. Esta élite nacional criolla, que se define heredera y predeterminada divinamente para señalar y decidir el curso de la historia; impone sus verdades sin importar los medios. El propósito de pensar y dirigir el país desde su lógica de poder; desconoce que Colombia es el único país latinoamericano donde confluyen cuatros grandes culturas: indígena, afro, blanca y mestiza. Esa élite, blanqueó y ocultó, el único retrato al óleo que existía del presidente Nieto Gil; óleo que fue enviado a París para eliminar el color de su piel y sus rasgos afrodescendientes; lo desconocieron como parte de la historia de Colombia. Solo hasta el año 2018, por acciones judiciales interpuestas, se pudo resarcir su nombre y legado para devolver a la historia de Colombia, el primer presidente negro de nuestra nación.

Posteriormente, el Estado reconoció el presidente negro que las élites blancas ocultaron y quisieron borrar de la historia; un intento que duró 157 años.

Durante todo este tiempo, su obra y vida estuvo ausente en el estudio de la historia. Cabe señalar que, su retrato original reposó en el olvido de los sótanos del palacio de la inquisición en Cartagena. Hechos como estos, nos permiten reflexionar sobre la importancia de la historia en la construcción de la memoria y conciencia de los

pueblos.

En la narración intencionada de la historia de Colombia encontramos gran parte de nuestros desencuentros, conflictos, violencias, racismos, inequidades y xenofobias que dominan el presente; algo así, como una especie de círculo vicioso, de acciones repetitivas, donde lo cambiante son los protagonistas y temporalidades; pero con los mismos comportamientos y conductas representadas en ideologías y concepciones políticas que han gobernado al país.

 Cuando una sociedad conoce su historia de manera consciente, puede entender y ejercer la libertad para hacer uso de la autodeterminación, respetando la pluralidad y diversidad social como el patrimonio cultural más valioso. Necesitamos la historia como memoria y conciencia para no repetir los males del pasado y continuar condenados al desarraigo.

 

 

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