Por. Cristina Espitia Rosso … exclusivamente para Revista EXPECTATIVA 43 Años.

En Colombia no se le ha dado suficiente importancia a la formación, entrenamiento y capacitación de los gobernantes para desarrollar eficientemente el cargo, que por voluntad popular, se le ha encomendado como administradores del plan de desarrollo y del presupuesto en los diferentes niveles territoriales.

Quién de ustedes se atrevería a confiar y viajar en un avión, si usted sabe que el piloto es una persona sin entrenamiento certificado para hacerlo, está borracho o es un irresponsable? Seguramente, nadie se atrevería a arriesgar a perder su vida, toda vez que ha pagado su boleto en avión para que le garanticen un viaje seguro. Que le garantice llegar a su destino sin contratiempos. Salvo los que las contingencias de la naturaleza se presenten. Estoy segura que si usted lo supiera no se sube al avión o, al menos, exigiría que designen a otro piloto. Me equivoco?

Esta misma actitud, deberíamos tener todos para exigir que nuestros gobernantes estén bien formados para conducir nuestro destino como nación. Esta exigencia debería ser parte de la cultura colombiana, siendo que la experiencia histórica nos ha mostrado, hasta la saciedad y por largo tiempo, el alto nivel de deshonestidad, ineficiencia y corrupción de los gobernantes a la hora de planear, contratar y ejecutar obras, las cuales después se convierten en un elefante blanco.

Es inaudito que entreguemos a un gobernante, sea del color o del partido que sea, toda nuestra confianza, para que maneje los inmensos recursos y las finanzas de los municipios, de los departamentos y del país, sin la debida formación, entrenamiento y capacitación para planear, ejecutar y hacer seguimiento y control de los planes, programas y proyectos.

Si buscamos el progreso de nuestras regiones, debemos exigir la oportuna y calificada formación, entrenamiento y la capacitación integral de nuestros gobernantes. Así de sencillo. Formación en las llamadas ciencias, técnicas y tecnologías de gobierno, así como en el desarrollo espiritual, que no necesariamente es religioso. Complementada con sólida y adecuada formación ética y moral, para que tengamos plena seguridad y confianza, de que quienes nos gobiernan poseen las adecuadas y necesarias herramientas cognitivas, afectivas, morales y prácticas, para responder con honestidad y eficiencia a las necesidades y expectativas no sólo de los empresarios y políticos sino de las comunidades organizadas.

La Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) fue justamente creada en 1958 con el objetivo de capacitar a los servidores públicos y para realizar investigaciones sobre la organización y la gestión administrativa. Fue un buen aporte que ha cumplido parte de su misión. Hoy debe ser ampliado y mejorado.

Debería ser una exigencia de carácter constitucional y legal la de capacitar a nuestros gobernantes antes de lanzarse como candidatos y, por supuesto, antes de tomar posesión para realizar sus funciones. Debería ser un mandato constitucional

Últimamente tenemos un fenómeno de incursión en la política, de youtuber, actores de televisión, filósofos, médicos y otras profesiones que no contemplan en su currículo profesional, ni lo han cursado complementariamente sobre la necesaria formación en ciencias políticas o mejor aún, en las novedosas ciencias, técnicas y tecnologías de gobierno, que sirvan de soporte al arte necesario para garantizar buenos gobiernos. De modo que puedan gobernar, legislar, administrar fianzas, planear, ejecutar y controlar proyectos con honestidad y eficiencia .Vamos a estar claros: En toda Colombia hemos sido testigos de la incapacidad, mediocridad, ineficiencia y del mal desempeño de la mayoría de los funcionarios públicos, a la hora de aportar al país y de cumplir con las responsabilidades inherentes al cargo para el cual fue nombrado o elegido.

Nos hemos dedicado a la crítica permanente, al escándalo, a la denuncia de la incoherencia e ineficacia de sus labores, sin que haya ninguna o muy pocas sanciones por parte de las instituciones encargadas de velar por el cumplimiento de los compromisos adquiridos y juramentos realizados.

La pregunta del millón es: Por qué los colombianos aceptamos estos hechos vergonzosos, con pasividad, como si se tratara de algo normal? Somos conscientes de que quienes nos gobiernan no están, por lo general, bien formados para asumir ese cargo. Por qué vemos la corrupción como algo normal como si fuera parte del paisaje? Por qué no hay una sanción política, social ni judicial? Preguntémonos, qué nos está sucediendo como pueblo? Vamos a seguir permitiendo que esto siga ocurriendo?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *