Por Elda Cantú

 Especial para los lectores de Revista EXPECTATIVA 41 Años.

Se anticipaba un tsunami republicano esta semana: encuestadores y analistas habían predicho una “ola roja” en las elecciones de mitad de mandato de Estados Unidos. Pero, como escribió Lisa Lerer, corresponsal de política de The New York Times:

 

Al final de una campaña en la que las condiciones fundamentales para los demócratas parecían nefastas —con la inflación en el punto más alto en 40 años y un presidente impopular— los republicanos no lograron más que acabar la noche rascando de aquí y allá para conseguir los escaños necesarios para ganar el control de la Cámara de Representantes, lo mínimo que podían calificar de victoria.
Una partidaria republicana con una pancarta que dice “Hagamos que Nevada sea rojo de nuevo”Mario Tama/Getty Images

 

Los analistas coinciden en que Estados Unidos sale de la jornada electoral como un país profundamente dividido: cada vez hay menos sorpresas en los resultados y menos voto cruzado. Los votantes que acuden a las urnas cada vez lo hacen más a fin de reafirmar sus posturas políticas.

 

Esto, aunado con la polarización, la desinformación, la violencia política y los cuestionamientos a las instituciones electorales, ha creado preocupación alrededor del mundo.

 

“Mucha gente imaginó que Trump era esta especie de idiosincrasia única y que una vez que se fuera, que dejara de ser presidente, todo volvería a encajar en la marcha normal”, dijo Malcolm Turnbull, un político de centroderecha que fue primer ministro de Australia. Y añadió: “Es como ver a un miembro de la familia, por el que tienes un enorme afecto, dedicarse a autolesionarse”.

Es útil mirar a la democracia estadounidense en perspectiva comparada, escribe nuestra colega Amanda Taub en la entrega más reciente de The Interpreter, porque ayuda a entender algunas peculiaridades. En especial que el ascenso del extremismo en EE. UU. implica riesgos particulares.

 

Amanda explica que en muchos países, los candidatos de extrema derecha están recibiendo alrededor del 25 por ciento del voto popular, lo que los excluye del poder o los obliga a formar una coalición. “Sin embargo, en Estados Unidos, esos candidatos pueden asumir el control de un partido nacional y, con él, de los tres poderes de gobierno”.

 

 

Pero, como escribió Thomas Friedman en una columna de Opinión, si el tsunami rojo favorable a Trump no se concretó con la fuerza que se había anticipado, fue porque los electores moderados acudieron a las urnas.

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